¡El mundo va por ahí... viene como viene y nos vasalla!
Cuando decimos que “el mundo va por ahí y nos avasalla” nos entregamos a un devenir del mundo que ocurre con independencia de cualquier cosa que nosotros pudiésemos hacer. No decimos que el mundo nos sea ajeno o que no nos importa lo que pueda suceder en él o con él, solamente mostramos nuestra resignación sometiéndonos a un devenir que no controlamos y que dejamos que nos arrase. Y nuestra resignación revela que estamos donde decimos que no queremos estar pero que estamos ahí para conservar algo que nos importa. ¿Qué es lo que queremos conservar? ¿Acaso queremos entregarnos al fluir de un presente cambiante que nos contiene cualquiera sea su forma, o lo que sucede en él, sin tan sólo intentar participar de manera consciente en modular el curso de su devenir sólo para conservar el vivir?
Vivimos un presente cultural centrado en relaciones de poder y debilidad, de dominación y sometimiento, de mejor y peor, de éxito y fracaso … en el que consciente e inconscientemente guiamos el vivir de los niños, niñas y jóvenes hacia la búsqueda del éxito en un convivir competitivo aunque pensemos que ese vivir no nos gusta, sólo porque el mundo viene así, va por ahí en un designio inevitable. Es como si sintiésemos y pensásemos que nada podemos hacer para que no ocurra así porque somos insignificantes ante la magnitud inmensa del mundo en que vivimos.
Sin duda no somos omnipotentes, no poseemos una varita mágica que nos permita cambiar todo en un instante según nuestros deseos. Sin embargo, ¿en verdad querríamos eso, una varita mágica? ¿Qué sucedería si cada ser humano tuviese una varita mágica de modo que él o ella pudiese cambiar el mundo en un instante según sus deseos? ¿Qué haríamos? “¡Zas!, Fulano cambio el mundo; ¡zas!, Mengano cambió el mundo; ¡zas! Zutano cambió el mundo … miles, millones de personas cambiando el mundo cada uno según sus preferencias?.”
Estaríamos paralizados … ¡zas! … ¡zas! … ¡zas! … sin saber que hacer fuera de querer destruir todas las varitas mágicas.
Por fortuna no poseemos varitas mágicas, y cuando alguien quiere tener una varita mágica en la forma de un cañón, de una teoría política, de una teoría filosófica, o de una teoría religiosa para cambiar el mundo a su arbitrio, y obligarnos a vivir según sus preferencias no nos gusta, no lo queremos. Los seres humanos queremos participar de manera consciente en la continua generación del mundo o de los mundos de convivencia que compartimos con otros, y para hacerlo tenemos que encontrarnos en el mutuo respeto, en el vernos sin prejuicios, sin exigencias en la co-inspiración ética que genera un mundo deseable y digno para todos. Esto es, debemos encontrarnos en el amar que expande la conducta inteligente en un proyecto de convivencia democrática en el que somos personas, no consumidores, no súbditos, no espectadores, no público, no meramente gente.
El mundo que vivimos los seres humanos no “va por ahí …” simplemente, lo creamos con nuestro vivir-convivir cotidiano como personas que muestran el vivir que quieren vivir viviéndolo. El futuro de la humanidad somos cada uno de nosotros porque todos nos transformamos en nuestra convivencia, de modo que cada uno de nosotros somos el futuro que vivirán nuestros hijos en el presente que vivimos.
Afortunadamente no tenemos varitas mágicas y somos conscientes de que es el vivir que hacemos en el presente cambiante continuo que vivimos el que hace el mundo que vivimos. Afortunadamente somos seres humanos, personas que existimos en el lenguajear y el conversar y siempre podemos detenernos a mirar el vivir que vivimos y preguntarnos si queremos ese vivir dándonos cuenta de que el vivir que vivimos es en todo momento nuestra responsabilidad. ¿Qué vivir queremos vivir para vivirlo ahora de modo que conservemos ahora en el devenir de nuestro vivir el vivir que queremos vivir?
Nuestro vivir es siempre local, y en la multidimensionalidad local de nuestro vivir individual generamos matrices operacionales-relacionales o mundos que se entrelazan de manera sistémica-sistémica-sistémica con los mundos que otros seres vivos generan. Por esto, aunque nuestro vivir es siempre local y puede parecer pequeño, nunca es superfluo porque siempre participa en la generación del curso del cambio del mundo-cosmos de convivencia cambiante en que ocurre nuestro vivir humano cultural como humanidad. ¿Queremos generar cotidianamente la obra de arte de mundo ético en el que somos conscientes y responsables del vivir que vivimos, o queremos vivir-convivir un vivir en el somos arrastrados por los deseos de otros?
Artículo original en Matriztica.
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